martes, 18 de mayo de 2010

A 50 años de la píldora anticonceptiva,


La píldora anticonceptiva nació en un laboratorio de los Estados Unidos, de la mano de dos hombres: uno, Gregory Pincus, iba por el control de la natalidad; el otro, John Rock, buscaba que concibieran mujeres infértiles. Ambos lograron bloquear la concepción usando progesterona para que no haya ovulación. Y que la FDA (la autoridad sanitaria de EE.UU.) aprobara su uso. Fue un éxito, allá y en todo el mundo.


Ya existían el preservativo, el diagragma y el DIU. Pero la pastilla le daba control pleno a la mujer, en su intimidad, sin ser invasiva ni médicos. El sexo pudo separarse de la procreación."La pastilla hizo que la fecundidad bajara notablemente en Latinoamérica. En Argentina venía bajando por las corrientes migratorias europeas, que traían la idea de que hay que tener los hijos que se pueden alimentar y educar -dice Mariana Romero, médica, investigadora del CEDES-. Pero sin duda fue una revolución. Le dio a la mujer el control de la fecundidad".


Sólo en 2009 se vendieron en el país 19 millones de cajitas."La consume el 18% de las mujeres en edad fértil (14 a 45 años) -explica Alicia Figueroa, directora del Centro Latinoamericano de Salud Mujer-. Es una estimación de la Confederación Farmacéutica Argentina cruzada con datos del Ministerio de Salud. El consumo subió un 50% desde 2003". Ese crecimiento va de la mano del Programa Nacional de Salud y Procreación Responsable, por el que se entregan pastillas gratis en el 90% de los centros de salud del país, y las obras sociales y prepagas deben cubrir el 100% de su costo.


Sin embargo, respecto del Programa Nacional de Salud y Procreación responsable, restan algunas consideraciones por destacar: en primer lugar, son muchísimas las denuncias que realizan jóvenes y mujeres -la mayoría de ellas en situación de pobreza- en relación a la baja calidad de las pastillas anticonceptivas que los distintos centros de salud brindan gratuitamente en virtud del mencionado programa. Sucede, además, que a veces ni siquiera pueden proveerlas porque "no llegan" al sanatorio o salita u hospital. Todo ello repercute en aquellas mujeres y jóvenes que se encuentran en situación de pobreza, puesto que no pueden afrontar los gastos de un paquete de pastillas anticonceptivas -las más económicas hoy rondan los $25.-, y terminan consumiendo las de baja calidad que brindan los hospitales públicos (cuando tienen para distribuir).


Todo esto no es más que la consecuencia de la desidia del gobierno respecto a la salud sexual de la población en general. Ello también se manifiesta en la falta de educación sexual plena, placentera, segura y responsable que, desafortunadamente, no se toma como política de estado.


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