jueves, 17 de junio de 2010

Dominicana en el Once.

Cuatro mil pesos para un pasaje y una hipoteca en su país es la distancia que media entre la esclavitud y la vida que sueña. “Cuatromil pesos no se juntan hablando contigo”, masculla ganada por el escepticismo y la melancolía. Lleva un año intentándolo, vendiendo su cuerpo en la calle. Lacerada, “como nunca te lo piensas”, enjugando lágrimas clandestinas, ensaya en vano hasta la ronquera módicos ruegos a la virgencita.

Todas las tardes, una igualita a la otra, entre ropas ceñidas, abandona su humanidad en una esquina del barrio Once. Impávida, mucho más tiesa que insinuante, bastantemás abrumada que sensual, aguarda conmudez rotunda la clientela. Ni chistidos, ni gestos, ni convites. Puro ojos reclinados hacia un cadalso de baldosas y bochorno. “Solo mi corazón sabe qué siente…”

Mary no tiene palabras para descifrar la faena que nunca jamás pensó. “Que es lo más feo y doloroso que hay en este mundo”. Cualquier mortal, aún con sensibilidad de búfalo, puede vislumbrar el disgusto contenido, el lamento atragantado de cuánto le cuesta estar en aquella esquina, entre las sombras de un atardecer que apenas camuflan a la Mary verdadera. “Ya podía imaginarme prostituta en este Buenos Aires, lejos de mi tierra linda y mi gente amada”. Entre suspiros suena danzante su lamento.
32 años. Rostro moreno, redondo. Una sonrisa blanca. Piernas largas y unos brazos fuertes que develan el pasado en los surcos. “Pregúntame, yo respondo”, concede medrosa. Su historia no reúne bordes singulares. Es un calco de cientos.

El buen trabajo

—En mi San Pedro de Macorís, República Dominicana, somos familia de trabajo; aunque mi papá por su asma ya no puede laburar y mi mamá también es muy enferma. Sus hijos somos tres hembras y tres varones. Todos están allá. Igual que mis dos hijos varones. Un tercero que parí murió de 8 meses. Mi familia tiene su parcela y cultiva arroz. Hice este buen trabajo. ¿Tú sabes? Preparas la tierra, pasas “planchita” (cincel) con una tabla para que la tierra quede así de suave, al cabo siembrasmatica pormatica, porque primero haces un semillero. En el surco echas abono, le arrimas tierra, y así… Con canales vas mojando la tierrita, hasta que a los seis meses ya madura.

Reflota impresiones de una vida que fue normal, bien feliz. Y de cuando se marchó, a los 14, para unirse a un joven también campesino. Después estuvo al lado de otro hombre. “Pero me separé porque me daba golpes. Allá, son muy machistas, les gusta pegar a las mujeres. Pero también hay buenos”, consiente y describe los años de colocada en el servicio doméstico. Hasta que en esas idas, de la ciudad al cerco, conoció otro hombre.


Negocio

—El andaba por los pueblos buscando chicas pa hacele viaje. Habló con mi hermana. Que si quería venir pa Buenos Aires por 110mil pesos (unos 13mil de acá) le conseguía pasaje y una señora le procuraría trabajo donde quisiera. Con documentos argentinos, a los tres meses, podía ir a España o Italia donde cobraría sueldo en euros. Pero mi hermana tiene un marido jodón (celoso). Yo hace 13 años que estoy separada. Entonces mi mamá me llamó,me dijo si yo quería viajar, ella hipotecaba su casa.

A la semana había agarrado vuelo pa la Argentina. Una señora me esperaba, me llevó a un locutorio: “Mami, estoy con la mujer que el señor ha dicho…”Mi madre pagó a aquel hombre. Su negocio era cobrar el viaje y luego la prostitución. Ganaba con las dos cosas. Pero conmigo no pudo completar el plan porque cayó preso denunciado en Migración. Aunque su condena no cambió mi suerte. Me tiré a la calle.

Mary reflota aquellos días indecibles:
—La señora me llevó a un hotel de la calle México y me alojó en un cuarto mugroso. No volvió. Se hizo noche y me acosté. Al otro día enterito estuve esperándola. Después otro…, sin salir demi cuarto porque no conocía la ciudad. ¡Se me vino el mundo a los pies! Lloré días enteros. Me dio depresión, creí morir. Era invierno, ni abrigo tenía. Pero me paré y dije: mi mamá entregó su dinero, tengo que levantar la hipoteca. Me tiré a la calle.


Botada
—Por laMéxico fui hasta la Belgrano, no quise seguir, tenía miedo a perderme. Volví al cuarto, hice un planito. A la tarde encontré una dominicana. No podía parar de contarle lo que me pasaba. Me dijo, “voy a llevarte a un lugar que llaman la plaza, donde trabajan toditas dominicanas”. “Vamos”, dije. Me puse en la plaza, pero las chicas ya no quieren que lleguen otras dominicanas. “No puedes estar aquí”, repetían y hasta querían darme piñatos. Como estaba botada, sola en el mundo, no insistí. Volví a mi pieza como pude. Estuve bajando una semana por la misma calle para no perderme. Caminaba cerca de la plaza, sin detenerme. Conocí más dominicanas y también un hombre de mi pueblo. Como continuaba desesperada, me prometió: “te voy a procurar trabajo”, buscó en las páginas del Clarín. ¡Me llevó a un privado! ¿Sabes cómo es? Un departamento donde todas las chicas están el día entero en cueros, esperando clientes. Cuando llegan, juntan a toditas y tienes que mostrarte. El hombre elige como en la verdulería. Pagaban 30 pesos el pase. 18 son para la dueña. Si los clientes te eligen, bien; si no, no tienes ganancia. No te dan ni galletitas, apenas agua. Yo, inocente, decía: “por qué la patrona gana más que yo que soy la dueña de mi cuerpo. ¡Estoy poniendo mi cuerpo!” ¿Tú entiendes? Una chica peruaname decía, “en todos los boliches es igual”. ¡Pero no puede ser! Duré una semana. Salí por mi cuenta, a la calle, otras dominicanas me explicaron cómo hacer: “cuando se acercan los hombres pides 70, 60, 40, de última 30”. Miseria, pero son para ti.


Paso mis días

Sus palabras raspan el aire:
Nunca creí poder hacer esto. Ni voy a acostumbrarme. Es un trago bien amargo y un sufrimiento. Desesperada fui a una iglesia y rogué ayuda. Me prepararon una carta para la embajada demi país. Fui, pedí que me regresaran. Contestaron que no tienen recursos para ayudar. Son unos perdidos (llora). ¡Si así son tus paisanos! ¿Tú has visto la plaza?, de tantas chicas que hay, da pena pasar.
Entonces pagué a una agencia y me consiguió en un geriátrico. Como soy extranjerame explotaban 15 horas seguidas por 10 pesos. Enfermé. Fui a provincia a laburar en boliches donde te pagan por copas que le haces tomar a los hombres. Si hay pase (venta de sexo) el 30% se lo apropia el dueño del boliche. Trabajas desde las 23 hasta las 6 de la mañana, ó 11 horas corridas cuando hay mucha clientela. Demasiadas andan cabaret por cabaret, provincia por provincia, buscando plata para regresarse a Dominicana… Los boliches se benefician porque renuevan su plantel, pero tú donde vayas nunca sabes cuál de todos resulta peor. Hasta te cobran 20 pesos diarios por darte un lugar para dormir. Te tratan pésimo y no tienes dónde quejarte. Son amigos de los policías.
Mary establece una pausa. Parece abatida con su propio relato. “Llevo un año y 4 meses así”. No elude las lágrimas.

—Jamás se lo comuniqué a mi mamá. No va a comer ni dormir y siempre va andar llorando por mí. Le he dicho que trabajo en casas de familia. Pero cuando regrese se lo contaré… Le llamo todos los días, a veces no puedo y pasan dos días, tú sabes… Gasto 10, 20 y hasta 50 pesos en llamarla…, y le digo que estoy bien. Ella me echa bendiciones.

Mary paga $850 por un cuarto de hotel compartido. Jura que nunca tuvo proxeneta, “fiolo” como aprendió a llamar a esa deleznable figura tan presente en el ejercicio de la prostitución.

—La Policía a veces jode. Cuando aparece por la esquina me quito. No le pago a ellos ni a nadie. Muchas chicas obedecen a “fiolos” por miedo. Creen que así están más seguras en determinadas zonas. Otras porque no pueden librarse de un mafioso o por una debilidad sentimental. Aunque tú no creas, también pasa.

Para Mary la calle, cuando cae la noche, “siempre es fea y hay demasiados peligros, cuando todos te consideran tan poca cosa”. Elude detalles sobre los momentos más ingratos y desagradables. Lo poco que revela lo expresa en un lenguaje descarnado. Enseguida vuelven la tristeza y los cálculos:

—Cada mes giro 900 pesos argentinos para la hipoteca y 700 para la comida de mis hijos o más cuando hay que comprar medicamentos. Hay semanas que no consigues un peso, otras te va mejor. A veces amanezco en la calle, a riesgo de que me metan un tiro. Y así paso mis días. Apenas conozco las calles de este barrio. De mañana lavo mi ropa y duermo. Salgo cuando anochece, porque me da vergüenza estar parada en una esquina y que todos sepan que eres eso. Pueden pensar que eres descarada, pero a mí me da mucha pena y vergüenza lo que hago.

Pudorosa, confiesa:
—A veces sueño con mi mamá y los niños o que ya me encuentro feliz en mi país. Extraño mi vida, porque es mi vida lo que quedó allá. El día que tome el avión de regreso voy a recuperarla, sabiendo que todo lo que padecí aquí voy a llevarlo en mi corazón, en mi mente y en mi cuerpo para siempre. Y no quiero que ninguna mujer lo sufra.

Ensaya una mueca, saluda y se marcha con el cuerpo encallado en la congoja.

(Fuente: Semanario Hoy Nº 1320)

1 comentario:

  1. Yo pienso que no es asi vivi un año y medio en RD y ge visto como las mujeres con hijo y sin marido tienen a sus hombres para sacarles dinero para subsistir pero como eso no alcanza hacen su viaje para trabajar ya saben que de prostituta porque ganan muy bien para vivir y mandar para sus hijos y familia que construyen su vivienda para un futuro volver a su pais ya con algo construido y con dinero asi que ya lo saben

    ResponderEliminar