Todas las tardes, una igualita a la otra, entre ropas ceñidas, abandona su humanidad en una esquina del barrio Once. Impávida, mucho más tiesa que insinuante, bastantemás abrumada que sensual, aguarda conmudez rotunda la clientela. Ni chistidos, ni gestos, ni convites. Puro ojos reclinados hacia un cadalso de baldosas y bochorno. “Solo mi corazón sabe qué siente…”
Mary no tiene palabras para descifrar la faena que nunca jamás pensó. “Que es lo más feo y doloroso que hay en este mundo”. Cualquier mortal, aún con sensibilidad de búfalo, puede vislumbrar el disgusto contenido, el lamento atragantado de cuánto le cuesta estar en aquella esquina, entre las sombras de un atardecer que apenas camuflan a la Mary verdadera. “Ya podía imaginarme prostituta en este Buenos Aires, lejos de mi tierra linda y mi gente amada”. Entre suspiros suena danzante su lamento.
—En mi San Pedro de Macorís, República Dominicana, somos familia de trabajo; aunque mi papá por su asma ya no puede laburar y mi mamá también es muy enferma. Sus hijos somos tres hembras y tres varones. Todos están allá. Igual que mis dos hijos varones. Un tercero que parí murió de 8 meses. Mi familia tiene su parcela y cultiva arroz. Hice este buen trabajo. ¿Tú sabes? Preparas la tierra, pasas “planchita” (cincel) con una tabla para que la tierra quede así de suave, al cabo siembrasmatica pormatica, porque primero haces un semillero. En el surco echas abono, le arrimas tierra, y así… Con canales vas mojando la tierrita, hasta que a los seis meses ya madura.
Reflota impresiones de una vida que fue normal, bien feliz. Y de cuando se marchó, a los 14, para unirse a un joven también campesino. Después estuvo al lado de otro hombre. “Pero me separé porque me daba golpes. Allá, son muy machistas, les gusta pegar a las mujeres. Pero también hay buenos”, consiente y describe los años de colocada en el servicio doméstico. Hasta que en esas idas, de la ciudad al cerco, conoció otro hombre.
A la semana había agarrado vuelo pa la Argentina. Una señora me esperaba, me llevó a un locutorio: “Mami, estoy con la mujer que el señor ha dicho…”Mi madre pagó a aquel hombre. Su negocio era cobrar el viaje y luego la prostitución. Ganaba con las dos cosas. Pero conmigo no pudo completar el plan porque cayó preso denunciado en Migración. Aunque su condena no cambió mi suerte. Me tiré a la calle.
—Nunca creí poder hacer esto. Ni voy a acostumbrarme. Es un trago bien amargo y un sufrimiento. Desesperada fui a una iglesia y rogué ayuda. Me prepararon una carta para la embajada demi país. Fui, pedí que me regresaran. Contestaron que no tienen recursos para ayudar. Son unos perdidos (llora). ¡Si así son tus paisanos! ¿Tú has visto la plaza?, de tantas chicas que hay, da pena pasar.
Entonces pagué a una agencia y me consiguió en un geriátrico. Como soy extranjerame explotaban 15 horas seguidas por 10 pesos. Enfermé. Fui a provincia a laburar en boliches donde te pagan por copas que le haces tomar a los hombres. Si hay pase (venta de sexo) el 30% se lo apropia el dueño del boliche. Trabajas desde las 23 hasta las 6 de la mañana, ó 11 horas corridas cuando hay mucha clientela. Demasiadas andan cabaret por cabaret, provincia por provincia, buscando plata para regresarse a Dominicana… Los boliches se benefician porque renuevan su plantel, pero tú donde vayas nunca sabes cuál de todos resulta peor. Hasta te cobran 20 pesos diarios por darte un lugar para dormir. Te tratan pésimo y no tienes dónde quejarte. Son amigos de los policías.
—Jamás se lo comuniqué a mi mamá. No va a comer ni dormir y siempre va andar llorando por mí. Le he dicho que trabajo en casas de familia. Pero cuando regrese se lo contaré… Le llamo todos los días, a veces no puedo y pasan dos días, tú sabes… Gasto 10, 20 y hasta 50 pesos en llamarla…, y le digo que estoy bien. Ella me echa bendiciones.
—La Policía a veces jode. Cuando aparece por la esquina me quito. No le pago a ellos ni a nadie. Muchas chicas obedecen a “fiolos” por miedo. Creen que así están más seguras en determinadas zonas. Otras porque no pueden librarse de un mafioso o por una debilidad sentimental. Aunque tú no creas, también pasa.
Para Mary la calle, cuando cae la noche, “siempre es fea y hay demasiados peligros, cuando todos te consideran tan poca cosa”. Elude detalles sobre los momentos más ingratos y desagradables. Lo poco que revela lo expresa en un lenguaje descarnado. Enseguida vuelven la tristeza y los cálculos:
—Cada mes giro 900 pesos argentinos para la hipoteca y 700 para la comida de mis hijos o más cuando hay que comprar medicamentos. Hay semanas que no consigues un peso, otras te va mejor. A veces amanezco en la calle, a riesgo de que me metan un tiro. Y así paso mis días. Apenas conozco las calles de este barrio. De mañana lavo mi ropa y duermo. Salgo cuando anochece, porque me da vergüenza estar parada en una esquina y que todos sepan que eres eso. Pueden pensar que eres descarada, pero a mí me da mucha pena y vergüenza lo que hago.
Pudorosa, confiesa:
Ensaya una mueca, saluda y se marcha con el cuerpo encallado en la congoja.